El destino del ser humano podría ser idéntico al que sufrieran los dinosaurios hace 65 millones de años. Esto es lo que opina el experto ruso en Mecánica Celeste y profesor de la Universidad de San Petersburgo Leonid Sokolov, según el cual el 3 de abril de 2036 un gigantesco meteorito podría chocar contra la Tierra desatando con su impacto una fuerza equivalente a la de decenas de miles de bombas atómicas. La gran roca espacial no es una desconocida para los astrónomos. Fue descubierta en 2004 y, tras calcular su posible trayectoria, se le dio un nombre nada halagüeño, Apophis. La nomenclatura hace referencia al dios egipcio de la destrucción y la oscuridad. Y es que su tamaño hace honor al nombre, tiene 270 metros de diámetro y pesa 25 millones de toneladas
Alrededor del asteroide se han desatado numerosas teorías apocalípticas aunque los astrónomos, y especialmente la NASA, han preferido restar importancia a una posible colisión de consecuencias catastróficas para la vida en el planeta, y calculan que solo hay una posibilidad de que suceda entre 250.000. Aún así está catalogado en nivel 4 en la escala de Turín y 1,10 en la escala de Palermo -ambas clasificaciones que miden el peligro de impacto-. Los valores son los más altos que ningún asteroide haya conseguido jamás.
Ya en 2029 Apophis pasará a una distancia de 37.000 o 38.000 kilómetros de La Tierra -la Luna se encuentra a 384.400 kilómetros de promedio- y a su paso podría causar ya graves problemas entre el conjunto de satélites que orbitan en el espacio exterior. Y siete años después esa distancia entre ambos cuerpos será aún menor, con el riesgo de que el campo magnético del planeta lo atraiga hacia sí. Eso sí, dentro del pesimismo, el científico ruso confía en que antes de caer sobre la corteza terrestre el meteorito se partiría y dividiría en porciones de menor tamaño y, por lo tanto, con menor capacidad de destrucción. Por calcular se ha calculado hasta donde se podría producir el impacto. Sería en el Océano Atlántico, en las inmediaciones de África, generando un tsunami de proporciones inimaginables.
Lejos de bajar los brazos son ya numerosas las soluciones que se dan para desviar la gran roca espacial y la agencia espacial norteamericana tampoco está dispuesta a dejar que el futuro de la humanidad se decida por una cuestión de suerte: "Si es necesario elaboraremos un programa y la maquinaria necesaria para cambiar su órbita, reduciendo las probabilidades a cero". La más sencilla sería la de estrellar una nave cargada de bombas nucleares contra el asteroide, aunque se desconoce las consecuencias que podrían conllevar su fractura. Lo más seguro, apuntan los científicos, consistiría en variar su rumbo con un impacto de alta velocidad, que lo desviara pero no lo destruyera. Y si nada funciona siempre quedará la cinematográfica idea aprovechada por Hollywood de enviar una misión cuasi suicida que, emulando a Bruce Willis, se posase sobre él y realizase los trabajos pertinentes para redirigirlo lo más lejos posible. En cualquier caso, será la tecnología la que decida si algunas, todas o ninguna de estas soluciones se pueden llevar o no a cabo.
Apophis parece, por el momento, ser el único problema espacial del que preocuparse. De acuerdo con los estudios de la NASA, ahora mismo es el único asteroide entre 1.000 de grandes proporciones estudiados que podría impactar contra el planeta. Eso sí, ya se habla de que de conseguir esquivarlo en 2036 no tardará en volver a pasar por aquí. Lo hará en varias ocasiones y hay quien dice que en 2068 puede que llegue a estar aún más cerca. La pregunta que surge es: ¿será el encuentro entre la Tierra y Apophis una cita ineludible?
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