Cada cierto tiempo, un medio de comunicación descubre que el Sol pasa por más constelaciones que las clásicas del zodíaco (las que todo el mundo conoce), y entonces se genera una oleada de noticias erróneas en las que, siempre siempre, se viene a decir que los astrónomos acaban de descubrir una nueva constelación del zodiaco. Si existiera el Serpentario, Ofiuco, estaría realmente enfadado de que por culpa de la ignorancia le anden descubriendo una y otra vez.
La última, esta misma semana, ha tenido además el boom de las redes sociales como aliado, y ha convertido a esta constelación en una de las más buscadas por Internet. Apareció en un periódico de Minesotta como uno de los habituales avisos que solemos hacer los astrónomos de que, realmente, la astrología no tiene nada que ver con el cielo de verdad, sino con una representación simbólica de un cielo que, ahora, miles de años después, se ha ido desplazando por la acción conjunta del Sol y la Luna en el movimiento de nuestro planeta, la conocida precesión de los equinoccios. Nada de esto es nuevo, como tampoco lo es que las constelaciones, tal y como aparecen diseñadas en cualquier atlas o planisferio celeste, se corresponden a unas regiones con divisiones arbitrarias que a comienzos del siglo pasado realizaron los astrónomos de la Unión Astronómica Internacional. Este trabajo se hizo, dirigido por el astrónomo Eugéne Delporte, manteniendo las zonas y símbolos de la tradición occidental, y formando así 88 constelaciones, que se nombran en latín.
Entre las que corresponden a la región por donde se mueve el Sol, la Luna y los planetas, tal y como lo vemos desde la superficie terrestre, están las 12 de la banda zodiacal, ese "círculo de los animales" que decían los griegos, y de donde viene la palabra ZODÍACO. Pero hay más, porque en esa región está también la constelación de Ophiuchus o Serpentario, una representación de Asclepio relacionada con la medicina, de ahí que sujete una serpiente tal y como se la diseña en el cielo.
Hay más, porque hacia el 27 de marzo el Sol se coloca justo entre las constelaciones de Pisces y Cetus (los Peces y la Ballena). Si tenemos en cuenta que en muchos horóscopos se introducen los presuntos efectos de Plutón (aunque nunca antes de que fuera descubierto por un astrónomo estadounidense, Clyde Tombaugh, en 1930) y que Plutón se separa hasta 17 grados de la eclíptica, deberíamos añadir otras 12 constelaciones más donde se pueden poner los planetas.
Todo esto no cambia nada, pero principalmente porque no hay nada que cambiar. La astrología, por más que sea una creencia y un sistema de adivinación antiquísimo, no tiene nada de realidad: ni el carácter ni los sucesos vienen determinado ni influidos por las posiciones de algunos astros en una proyección ideal del cielo que se veía hace unos 4.000 años. Lo cierto es que, como han puesto de manifiesto numerosos estudios, ni los astrólogos ni sus clientes son capaces de discriminar si un horóscopo es verdadero o falso, si se ajusta o no al perfil psicológico. Por el contrario, la gente se cree cualquier cosa que le digan a uno.
Esto es lo realmente relevante, lo que se sabe desde hace mucho, y lo que casi nunca se recuerda en los medios de comunicación. Por cierto, responsables también de que el horóscopo y la astrología siga siendo algo popular en nuestros días. Paradójicamente, hablamos del origen del Universo, de los descubrimientos de los astrofísicos con sus grandes telescopios y, acto seguido, nos presentan a alguien y le preguntamos de qué signo es, como si eso pudiera tener algo que ver ni con la personalidad ni con el cielo.
Y esto no es una cuestión de opinión, o de la antigua enemistad que -lógicamente- tiene la astronomía (la ciencia) con la astrología (la creencia). Como ponía de manifiesto Miguel Ángel Sabadell en su monografía sobre el tema en la web de ARP Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico (www.escepticos.es), ni la astrología tiene que ver con el cielo ni los horóscopos funcionan más allá de ese placebo psicológico que nos permite personalizar cualquier cosa que nos cuentan de nosotros mismos. Si alguien quiere entretenerse, antes de llenar los comentarios diciendo que esto que afirmo no es cierto, porque quiere defender la astrología, sería bueno que leyera el kit de defensa antiastrológica del astrofísico Andrew Fraknoi, también en las páginas de ARP-SAPC:
Y el problema es que, a pesar de todas estas evidencias, queremos seguir creyéndonos las tonterías astrológicas, con la colaboración de los medios de comunicación, encargados de mantener su popularidad a través de sus ridículos horóscopos (¿alguien se puede creer que una doceava parte de la población mundial va a tener un día parecido, es decir, más de 500 millones de humanos en todo el planeta haciendo ese viaje o teniendo tal discusión?). La estupidez lleva al extremo de encontrarnos en un perfil de un personaje, o una entrevista, el signo del zodiaco, como si eso fuera relevante. Recordemos, por ejemplo, cómo los medios de comunicación, incitados por la propia Agencia EFE, se dedicaron a escribir tonterías sobre cómo sería el futuro de las hijas del príncipe Felipe cuando nacieron (pasó, cuando Leonor, en 2005 y con Sofía en 2007.
Como alertamos en 1998 más de 250 astrónomos y científicos españoles en el manifiesto Objeciones a la Astrología (un manifiesto que en 1976 había sido promovido en EEUU y respaldado por 18 premios Nobel):
"...ha llegado el momento de rechazar vigorosamente las afirmaciones pretenciosas de los astrólogos charlatanes y el negocio generado por las predicciones. Es claro que esas personas que continúan teniendo fe en la astrología lo hacen a pesar de que no hay ninguna base científica para sus creencias, y si una fuerte evidencia de lo contrario."
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