La función de los pararrayos es absorber toda la descarga de un rayo para conducirla a la tierra y así evitar daños en edificaciones.
Las nubes están cargadas negativamente y la tierra está cargada de átomos positivos; cuando esta atracción de cargas aumenta se produce el rayo.
Las cargas eléctricas no se distribuyen uniformemente sino que se concentran en las puntas más afiladas de un objeto.
De este modo se usa un mástil metálico con una punta afilada, generalmente hecho de cobre o acero de 3 a 5 metros de altura, y en él un cable que termina enterrado en el suelo.
En una tormenta eléctrica los rayos se sienten atraídos por estas puntas metálicas cargadas de protones (cargas positivas) y cuando se hace muy fuerte esta atracción se produce el rayo y toda la descarga eléctrica generada del rayo se va por este mástil puntiagudo llamado pararrayos, que conduce por el cable toda esa descarga hasta la tierra, evitando que algún edificio reciba la fuerza del rayo.
Este invento fue desarrollado por Benjamín Franklin en 1753 y con él expuso sus primeras teorías sobre la electricidad.
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